Mendoza, de de

Deportes tokio 2020

Será imposible olvidar estos Juegos

Desde el hecho de disputarse un año después de lo previsto, la cita olímpica japonesa tuvo numerosos condimentos para quedarse por siempre en la memoria.

Domingo, 8 de Agosto de 2021

La disputa de las pruebas en los estadios vacíos será el símbolo ineludible de estos Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Si la humanidad supera la pandemia y todo vuelve a una relativa normalidad, quedará como una anécdota más de estos juegos que se disputaron un año después de lo previsto de acuerdo a las circunstancias especiales que atravesó el mundo en 2020.

Los barbijos, el distanciamiento, o el hecho que los propios deportistas tuvieran que colocarse las medallas serán hechos distintivos de este 2021 pandémico. 

Los JJOO superaron la tara de la suspensión, que en la era moderna solo había acontecido ante la barbarie de las guerras mundiales. El mundo necesitaba disputar estos juegos. Era necesario adaptarse y sobrevivir y no dejar que el virus acabara con uno de los símbolos más potentes de hermandad que quedan en el mundo porque más allá del negocio, de la competitividad, se trata de eso: saber que todos somos uno.

En lo estrictamente deportivo, el retiro de atletas que dominaron sus especialidades luego de Londres 2012 y Río 2016 hacía pensar que no existirían figuras resonantes. Si bien no hubo dominadores absolutos, Tokio 2020 pasará a la historia por numerosas y variadas razones.



Simone Biles: la atleta norteamericana estaba bajo la presión de ganar absolutamente todo. Al término de las primeras jornadas había clasificado a seis finales cuando algo hizo un clic. La pequeña gimnasta falló en una salida, no se encontraba segura para seguir compitiendo y dio otra lección al mundo y dijo basta. Puso en primer lugar su salud mental y dejó pasar los días. Volvió sobre el final, ganó una medalla de bronce pero sobre todo, puso en el tapete la discusión sobre las presiones desmedidas de la alta competencia.

Katie Ledecky: como Biles, pero en natación, cargaba sobre sus hombros la obligación de acaparar todas las medallas. No lo hizo. Ganó muchas. Pero perdió en algunos mano a mano con la australiana Ariarne Titmus. En general, EEUU y Australia repartieron el medallero del agua. 

Y sobre todos, se destacó Caeleb Dressel, llamado a ser el heredero de Mark Spitz y Michael Phelps.

Tras la ausencia de Usain Bolt, quedaba la incógnita de quien o quienes serian sus sucesores. La respuesta no vino de Jamaica, país natal del Rayo, ni de los EEUU, acostumbrados a competir cabeza a cabeza en las pruebas de velocidad. Los 100 metros se fueron para Italia y los 200 para Canadá. Además, la delegación azzurra sumó la posta 4x100, la marcha de 20 km femenina y el salto en alto, en uno de los gestos más sanos que nos dieron estos juegos, cuando Gianmarco Tamberi y el catarí Mutaz Essa decidieron no desempatar y compartir la medalla de oro. 



EEUU estuvo al borde de la histeria por la eliminación del equipo de relevos en los 4x100 pero se redimieron en el 4x400. Las mujeres norteamericanas, en tanto, si sumaron medallas en varias pruebas y Allyson Félix llegó a la undécima de su cuenta personal. Entre las chicas, Jamaica si impuso predominio y Elaine Thompson-Herah sumó las tres doradas por las que participó.

La cosecha de Francia en deportes de equipos fue notable: oro en handball masculino y femenino, oro en voley masculino, plata en básquet masculino y bronce en femenino. Les Bleus llegarán como favoritos en varias disciplinas a sus juegos de 2024.

Cuba ratificó su dominio en boxeo con cuatro medallas de oro y una de plata (la única derrota de su delegación).

Brasil repitió éxito en el fútbol pero además tuvo la gran alegría de alcanzar en gimnasia su primer oro y el primero para Latinoamérica. Rebeca Andrade invita a soñar. Comparte historia de pobreza y superación con varias atletas latinas, como la venezolana Yulimar Rojas, venezolana, recordwoman en salto triple. Como Jasmine Camacho Quinn, ganadora de los 100 metros con vallas, que eligió competir por Puerto Rico y no por EEUU. Como Neisi Dajomes, la ecuatoriana que ganó el oro en halterofilia y recibida como una heroína en su país. O las mujeres dominicanas, capaces de superar todos los obsctáculos que suelen tener sumados a los que agregó la pandemia.



Los arrebatos de furia de Novak Djokovic al fracasar en su tercera búsqueda del oro olímpico; la irrupción del skate, el karate, el surf y la escalada deportiva como una oleada de frescura; las protestas de la entrenadora rusa cuando notaba que, por una vez en la vida, sus gimnastas rítmicas no se llevarían el oro; los récords en las pruebas de velocidad y las sospechas de que las nuevas zapatillas tenían mucho que ver; los fallos injustos en el box que perjudicaron al colombiano Yuberjen Martpinez y al argentino Brian Arregui; los saltos perfectos de Hongchan Quan; las peleas entre daneses e ingleses en el ciclismo por equipos; el renacer de India en el Hockey; las hazañas del georgiano Lasha Talakhadze en pesas; la caída de Thomas Van der Plaetsen y su sueño frustrado, la huída como refugoada política de la atleta bielorrusa Krystsina Tsimanouskaya; Sifan Hassan cayéndose y recuperándose para ganar su eliminatoria de los 1.500 metros. 



Fueron dos semanas intensas. Con marcas imbatibles que pasaron a la historia. Con candidatos que quedaron en el camino. Con tapados que festejaron cuando nadie lo esperaba. 

Pero sobre todo, el espíritu olímpico volvió a imperar en un momento en que más se lo necesitaba. El Barón Pierre de Coubertin tuvo la idea de reflotar los Juegos Olímpicos a fines del siglo XIX, tratando de unir a la comunicad internacional bajo los valores comunes. No es mal momento para recordarlo. 

En tiempos difíciles, el ejemplo olímpico suele ser el mejor faro para saber donde ir.