Fuerzas policiales se llevaron detenido al asesino, pero también a la mujer, que está imputada por homicidio doblemente agravado, por la alevosía y por la relación que mantenía. La provincia salió a protestar para que la liberen.
Rubén Quiroga mantenía una relación extramatrimonial con Glenda Nabila Aciar, a escondidas del marido de esta, Luis Alfredo Montaño. Cuando Montaño descubrió que su mujer le era infiel, elaboró toda una estrategia para vengarse de la peor forma de su esposa: asesinar al amante, y hacerla partícipe del hecho delictivo. El crimen ocurrió el 22 de mayo en el departamento de Iglesia, en San Juan, y la policía detuvo tanto al asesino como a la mujer.
Pero el detalle que esgrime ahora la defensa de Glenda es decisivo, e hizo que toda la sociedad sanjuanina saliera en defensa de la mujer y para protestar por la falta de perspectiva de género en la provincia. Ambos están detenidos, pero los abogados de Glenda sostienen que ella también sufría violencia, y que no tuvo otra opción que actuar presionada por su marido.
Luis Alfredo Montaño, el asesino de Quiroga
La mujer conoció a Montaño cuando era muy chica. Se puso de novia con el hombre cuando ella tenía 15 años, y el matrimonio tuvo una hija. Los maltratos estuvieron siempre presentes, pero todo se agravó cuando el hombre descubrió que su mujer tenía una relación con Quiroga.
La declaración de Glenda Nabila Aciar ante el titular de la Segunda Circunscripción Judicial Javier Alonso duró más de siete horas. Está detenida por homicidio doblemente agravado, por la alevosía y por la relación que mantenía con Quiroga. Sin embargo, ella también es víctima. Ante el juez relató una historia de abusos y violencia de género que soportó durante toda su vida de parte de Luis Alfredo Montaño, su esposo.
Rubén Quiroga, la víctima fatal
Juan Fonzalida, uno de los abogados de Glenda, asegura que la mujer siempre fue víctima de la violencia de Montaño. "La agredía constantemente por cualquier motivo, la maltrataba y hasta la llegaba a patear en el suelo. En este caso, el detonante fue un mensaje de texto que recibió de parte de Quiroga. Por esto, el marido no solo la golpeó como siempre sino que también le destruyó el celular y se quedó con el chip”, delcaró el abogado a un diario sanjuanino.
"Estamos seguros de que Glenda también podía haber sido masacrada si no cumplía con los deseos de Montaño, por lo que consideramos injusto que esté detenida, ya que ella también fue, es, y sigue siendo una víctima de violencia de género", expresó el abogado.
Glenda Aciar, la mujer torturada y obligada a ser parte del asesinato
El plan macabro
La actitud machista y violenta (tanto física como psicológica) no se detuvo. Montaño pergeñó un plan con el que iba a torturar a la mujer de por vida: asesinar al amante de ella, prender fuego al cadáver, y echarlo a un pozo ciego, a través de un inodoro.
Al día siguiente, el asesino volvió a llevar a su mujer al lugar donde habían quedado los restos de Rubén Quiroga, y la obligó a guardarlos en una caja. Fueron a su casa, desatornillaron un inodoro, y por el hueco arrojaron el cuerpo de la víctima fatal.
Montaño lo atacó por detrás y le partió la espalda y la nuca con un fierro. Después trasladó a la víctima inconsciente hasta un basural donde había dejado preparados los elementos para encender una hoguera. Glenda, en shock, quiso irse pero él la retuvo de los pelos y le ordenó: “Te vas a quedar a ver cómo se quema tu macho”.
A la mañana siguiente Montaño volvió a llevar a su esposa hasta el lugar donde habían quedado los restos de Quiroga y la obligó a guardarlos en una caja. Así los llevaron a su casa, destornilló el inodoro y se deshizo de ellos al tirarlos en el pozo ciego.
En los pocos días que el crimen se mantuvo oculto, Montaño siguió castigando a Glenda por la infidelidad. Entre las humillaciones a las que la sometió, le exigió que “se cortara el pelo ‘a la papa’ para que ningún otro hombre, excepto él, se interesara por ella”, contó el abogado Fonzalida.
Grupos de apoyo contra la violencia doméstica se manifestaron ante el Poder Judicial de San Juan, exigiendo la liberación de Glenda. Es que, junto con sus abogados, el pueblo de la vecina provincia sostiene que en este caso la mujer actuó obligada, y que no le quedaba otra opción que obedecer a su marido.