El grupo que acompaña al Indio Solari en vivo tocó soberbias versiones de clásicos tanto como solista como con Los Redondos.
Casi 30 años después de la recordada presentación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota de su disco “Lobo suelto, cordero atado”, en la cancha de Huracán, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado protagonizó el regreso de esa mística al estadio ubicado en el barrio porteño de Parque Patricios, de la mano del repertorio que lleva la firma del Indio Solari, requisito suficiente para que se pusiera en marcha el característico ritual de sus seguidores.
El grupo que acompaña al icónico artista en vivo hizo su labor de manera brillante, con soberbias versiones de clásicos tanto como solista como con Los Redondos; mientras que el marco vivido desde temprano, en la llegada al estadio, el ingreso y el protagonismo de la multitud que literalmente abarrotó el lugar, hicieron el resto.
Así, la famosa misa ricotera contó, como marca su manual de estilo, con arribos a la zona del concierto en medios de transportes públicos entre cánticos, los encuentros en los alrededores del estadio para armar una pequeña fiesta previa, la amenazante presencia policial con vehículos blindados y equipados con cascos, escudos y palos, y desbordes al ingreso y dentro del lugar por la gran cantidad de personas. Una vez iniciado el recital, hubo agite de banderas, extemporáneas bengalas –desalentadas explícitamente por la banda- y una colorida celebración.
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Pero estos ineludibles que conforman el famoso ritual tuvieron su gran razón de ser en el profuso repertorio al que echó mano Los Fundamentalistas, un importante puñado de clásicos surgidos de la pluma del Indio, a los que le dio un tratamiento sonoro que, sin alejarse de sus respectivos originales, trajeron nuevos colores a esa música.
Por supuesto que el mismísimo Solari hizo su irrupción en algunos pasajes desde las pantallas, como ya es costumbre, pero no fue ese hecho el que levantó las mayores ovaciones, o al menos no tantas como cuando comenzaban a sonar los primeros acordes de cada canción, como si el catálogo ya lo hubiera trascendido, más allá del halo de leyenda que porta desde hace bastante tiempo.
Entonces, a lo largo de tres horas por los que desfilaron cerca de 40 temas, Los Fundamentalistas logró ocupar el centro de la escena, sin necesidad de un frontman, gracias a su impresionante calidad interpretativa y a un inefable repertorio.
Allí descollaron Gaspar Benegas y Baltasar Comotto, en guitarras; Pablo Sbaraglía, en teclados y guitarras; Fernando Nalé, en bajo; Deborah Dixon y Luciana Palacios, en coros; Sergio Colombo en vientos; Miguel Ángel Tallarita, en trompeta; y Ramiro López Naguil, en batería.
En su dinámica de ir rotando las voces principales entre canción y canción, quedó vacante el espacio en donde apuntan los focos, pero la contracara fue que se sumaron más variantes a partir de los distintos perfiles de los músicos. Sbaraglia naturalmente tuvo un poco más de protagonismo por una cuestión de histrionismo, pero Benegas y Comotto, a sus modos, no se quedaron atrás.
Tras una etapa iniciada de manera fortuita cuando, en medio de la ausencia del Indio de los escenarios, decidieron hacerlo sin él al frente, en un concierto solidario para ayudar con su tratamiento de salud al baterista Martín Carrizo, fallecido a inicios de este año; Los Fundamentalistas no paró de sumar hitos, como su recordado show por streaming en plena pandemia, su actuación en La Plata y su salida al exterior.
En este contexto, el show del sábado, al que se dio en llamar “Rock and Roll”, fue planteado como el cierre de una etapa y así lo entendieron, tanto la banda como el público, que se esforzaron, desde sus respectivos lugares, para que esta fecha sea inolvidable.
Podría decirse, como se remarcó antes, que todo comenzó desde algunas horas antes del show, con la bulliciosa confluencia de gente desde distintos puntos; efusividad que se mantuvo mientras se esperaba la demorada aparición de la banda con cantitos futboleros alusivos al Mundial, recordatorios a Los Redondos, algunos focos que entonaban versos que pedían que Cristina Fernández de Kirchner sea candidata presidencial e insultos generalizados a Mauricio Macri.
Pero cuando alrededor de las 21.30 la voz en off del Indio presentó a Los Fundamentalistas, la celebración tomó al fin forma musical en una endiablada arremetida inicial con “Rock para el Negro Atila”, “Mi perro dinamita”, “Unos pocos peligrosos sensatos” y “Un ángel para tu soledad”.
“Es la primera vez en Capital. Hagamos un ruido muy fuerte que le llegue al Indio”, dijo Gaspar a modo de saludo, antes de iniciar el primer tramo de canciones solistas del Indio con “Tomasito, ¿puedes oírme?”, “Martinis y tafiroles” y “Ramas desnudas”.
El ricotero “Yo, caníbal” trajo por primera vez al Indio vía pantalla, y la efervescencia siguió con “Motorpsico”, “Superlógico” y “Yo no me caí del cielo”.
Así se fueron sucediendo pequeños bloques de composiciones de Los Redondos y otros de la etapa solista. En el primero de los casos, el grueso del bloque total mostró una fuerte presencia de canciones de “Lobo suelto, cordero atado” - ¿un guiño al paso de Lo Redondos por ese mismo escenario?-; y, por otro lado, una cantidad importante de composiciones de sus dos primeros discos –“Gulp” y “Oktubre”-, con sorpresas como “Divina TV Fuhrer", por ejemplo, e incunables como “Mi genio amor”.
El máximo líder volvería en “Nuestro amo juega al esclavo”, “Encuentro con un ángel amateur” y “Flight 956”; en tanto, un cuarteto de cuerdas sumó a la paleta sonora en “Espejismo” y en “El tesoro de los inocentes”.
Lo mismo ocurrió en las versiones de “Todo un palo” a la que se le incorporó un clarinete, o a “Héroe del whisky” con un interesante aporte del piano sobre el final.
El recuerdo a Martín Carrizo lo explicitó Nalé antes de interpretar “Preso en mi ciudad”, otra de las grandes ovaciones de la noche, al igual que “Nadie va a escuchar tu remera”, “El pibe de los astilleros”, “Todo preso es político” y “Juguetes perdidos”.
Poco después de que Benegas anunciara que el parate del grupo era para grabar y que había planes de regresar el año que viene, llegó el cierre con “Mariposa Pontiac/Rock del país” y, obviamente, “Ji Ji Ji” como gran broche de oro.
Una nueva misa ricotera se había consumado y el gran responsable de esta fe, que varias canciones antes desde la pantalla había entonado “cuando el fuego crezca quiero estar allí”, podía darse por seguro que estuvo presente mientras las “llamas enteras invadían cuerpos”.