Por Sabrina Marchese

Un metro 81 centímetros de candombe futbolero. Espera que la pelota caiga a sus pies, que se mecen con esa confianza propia del uruguayo. 

Remata. Pero podría picarla, como lo ha hecho antes. Podría clavarla al ángulo, como tantas otras. Podría simplemente tocarla de primera y estrellar su ritmo en la red. Podría enarbolar un cabezazo de esos que el diccionario debería coronar con su foto junto a la definición. 

Leé más: La autoexigencia en el fútbol "no coincide con una personalidad depresiva"

Las opciones que tiene son muchas y él lo sabe. Porque es un crack versátil, un delantero de calidad con sello propio, un oportunista atento en el área tanto como en la ronda del mate. Por eso sonríe con la facilidad con la que agita los corazones de esa popular que pocas veces se ha contagiado de un grito de gol tan viral. 

Remata. Con idéntica alegría con la que declarará ante las cámaras luego del partido y sacará una humorada de la galera. 

Remata, con la misma naturalidad con la que firmará autógrafos de desconocidos que lo conocen sin conocerlo.

Remata y levanta la mano, festejando lo que era lógico que sucediera: un gol.

Leé más: Morro eterno: hinchas de Godoy Cruz despidieron a su último ídolo

Y festeja el fanático tombino que está en la tribuna y pidió en sus oraciones que llegara al club un artillero nato. Festeja un simpatizante cualquiera, de cualquier otra parcialidad, que celebra las conquistas justas y bellas. Festeja el relator que se emociona porque debe adjudicarle palabras nuevas a las rutinarias definiciones a las que estaba acostumbrado. Festeja el nene que recién empieza a conocer este hermoso deporte y encuentra en ese animado 9, una de las sensaciones más lindas que ha vivido en su corta edad. Festeja esa adolescente que observando los tantos del "18" se animó a asistir a una prueba luego de patear todas las tardes en la plaza. Festeja el central del ascenso y el consagrado volante de uno de los " grandes" de primera por el simple hecho de que las gestas maravillosas en el fútbol son abrazos, aplausos y desafíos que tendrán al enfrentarlo.

Leé más: Claudia Ríos confirmó que el Morro García murió en soledad el jueves por la madrugada

Entonces el festejo es generalizado. El placer cúlmine de este juego se replica como piezas de dominó y todo un país sabe de las bondades de ese morocho virtuoso que se transforma en el goleador del campeonato. Que no es argentino porque nació en Uruguay pero se lo adopta todos los fines de semana con un DNI del corazón.

Porque hay un latido común que registran los apasionados por el fútbol cuando un jugador cala hondo en su alma, cuando las cintas de capitanes se colocan en el brazo de la eternidad más allá de los colores que se defiendan. 

Ese remate, ese festejo, ese latido: eso es y será Santiago García. 

Un botija que fue feliz dentro de una cancha y, como otros ídolos, transformó su esencia en energía jubilosa, contagiosa y disfrutable.

Hasta siempre Morro.