Con un método simple, rápido y económico, podés darle una segunda vida a los restos de jabón en pan que suelen descartarse, transformándolos en un jabón líquido ideal para la limpieza personal y el hogar.
En casi todos los baños ocurre lo mismo: cuando el jabón en pan llega al final, queda un pedacito incómodo, tan pequeño que cuesta usarlo, pero tan grande que da pena tirarlo. Esos restos suelen quedarse semanas dando vueltas en la jabonera hasta que, sin querer, terminan en la basura. Sin embargo, esos "sobrantes" tienen una segunda vida muy útil y su reciclaje se convirtió en una tendencia de moda.
La buena noticia es que, con un método sencillo, rápido y económico, es posible convertirlos en jabón líquido casero. Este producto final es perfecto para lavar las manos, usar en la cocina o incluso para recargar dispensers y reducir así el consumo de envases plásticos. Para hacerlo, no se necesitan conocimientos especiales ni ingredientes complicados; solo los restos de jabón que ya se tienen, un litro de agua caliente y un recipiente.
El primer paso es la preparación de la base. Hay que juntar todos los pedacitos de jabón disponibles. Si están húmedos, conviene dejarlos secar unas horas para que sea más fácil trabajarlos. Luego, se deben rallar con un rallador fino o cortarlos en cubitos pequeños con un cuchillo para asegurar que se disuelvan de manera rápida y uniforme al entrar en contacto con el agua.
Una vez listo el jabón, se procede a la disolución. Hay que poner a calentar un litro de agua hasta que hierva, y luego verterla sobre el jabón rallado en una olla o recipiente resistente al calor. La mezcla debe revolverse con una cuchara de madera durante unos diez a quince minutos. Aunque al principio los pedacitos floten, la acción del agua caliente hará que empiecen a disolverse; si quedan grumos persistentes, se puede calentar un poco más a baño María.
Una de las grandes ventajas de esta idea es la personalización. Una vez disuelto el jabón base, es el momento de ajustarlo al gusto de cada hogar. Si se busca un jabón más espeso, se agrega un poco más de jabón rallado; si se quiere más líquido, se suma agua caliente. Para darle un toque especial, se pueden añadir unas gotas de aceite esencial, como lavanda o limón, o una cucharadita de glicerina para hacerlo más suave para las manos.
Finalmente, el paso crucial es dejar enfriar la mezcla por completo. Durante el reposo, que puede ser hasta el día siguiente, el jabón se espesará y adoptará su consistencia final. Si al día siguiente resulta demasiado denso, se le puede agregar un chorrito de agua caliente y revolver nuevamente. Una vez lista la textura, solo queda envasar el nuevo jabón en una botella o dispenser limpio, listo para usar.