Galileo Bodoc y Romina Bodoc retomaron la tarea de escribir el tercer tomo de "Tiempo de Dragones", una obra que quedó interrumpida por su fallecimiento.
Liliana Bodoc falleció de forma repentina el 6 de febrero de 2018 y dejó interrumpido el último libro de la trilogía “Tiempo de dragones”, una historia que sus hijos decidieron continuar y ahora publican enfrentando los desafíos de recuperar el legado materno y los prejuicios que tenían en torno a las obras póstumas.
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Nacida en Santa Fe, pero mendocina por adopción, Bodoc encontraba en la ficción un espacio donde hacerle frente a la realidad. Al descubrir obras como las J.R.R. Tolkien, comenzó un trabajo paulatino de empaparse de diferentes lecturas como Neruda, Rulfo, García Márquez, Cortázar? y Guillén.
Después del éxito de la trilogía de “La saga de los confines”, pasó a ser considerada como la Tolkien argentina y en 2018, su muerte interrumpió la escritura del tercer volumen de la saga “Tiempo de dragones”.
Sus hijos, Galileo Bodoc y Romina Bodoc, retomaron la compleja tarea de escribir el final de una trilogía épica en la que los humanos y dragones viven por momentos en guerra y en otras épocas, en paz. El bien y el mal, la alquimia y la convicción de un mundo en armonía son algunos de los temas que condensa la serie.
Además, este proyecto inconcluso se veía acompañado, desde el punto de vista de los hermanos Bodoc, de “la profunda necesidad" de saber que debían "compartir ese tesoro" que tenían entre las manos, confiesa Romina.
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“Teníamos arraigada la idea de que continuar una obra era asesinar al autor, una idea que tiene que ver con la concepción de la escritura como un ejercicio netamente individual, de la unidad indisociable de un autor y su obra, entonces tuvimos que lograr romper un poco con estos discursos que nos hablan adentro y en cambio, retomar la voz de lo que siempre había predicado Liliana sobre la posibilidad de que el lenguaje sea multívoco y que la colaboración para las obras pueda ser múltiple”, cuenta Romina.
Liliana Bodoc, en numerosas entrevistas y charlas, sostenía que “el lenguaje es un encadenamiento de voces” y que “entre un autor y su obra hay un espacio de juego que es el que sucede en un lenguaje que es de todos y nos permite multiplicarlo y enriquecerlo en el diálogo”. En ese sentido, sus hijos debieron abandonar los postulados que afirman que apropiarse de la obra inconclusa de un escritor es desmantelar su legado.