Una existencia signada por el abandono y la tristeza, que terminaron con una joven de 19 años asesinada por su propio padre.
Los desgarradores gritos que provenían de la humilde casa 36 de la manzana C del Barrio Las Rosas, en Ugarteche, Luján de Cuyo, la mañana del 28 de septiembre de 2016, alertaron de que esta vez, algo grave había sucedido.
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Ruidos de cosas que se rompían, gritos y luego silencio y un hombre escapando rápidamente del lugar, bañado en la sangre de su joven víctima. En la escena del crimen quedó un niño de apenas 10 años, testigo del horror acontecido y una pequeña bebé de 1 año y medio, hija de la víctima fatal, Ayelén Arroyo.
“Recuerdo que me llamaron por teléfono el miércoles temprano, alrededor de las 7.45 de la mañana para avisarme del crimen. Yo estaba por irme a mi trabajo en la recientemente creada Fiscalía Especializada en Homicidios. En ese momento le avisé al chofer y fuimos directamente a Luján”, relató a ADN País la fiscal de Homicidios, Claudia Ríos.
La magistrada recordó que lo primero que hicieron una vez en la escena fue sacar y poner en resguardo a las criaturas, el niño de 10 años y la bebé, en manos del OAL (Órgano Administrativo Local), que era el ente que se hacía cargo de los menores en situación de riesgo en su momento.
Si bien era normal observar en la casa a efectivos policiales, debido a varias denuncias por abuso y violencia intrafamiliar que había presentado Ayelén contra su padre, Roque Arroyo, que tenía una prohibición de acercamiento a la vivienda, la presencia de la Policía Científica y de varios móviles del Poder Judicial llamaron la atención de los vecinos que comenzaron a acercarse a ver qué había sucedido.
Una vez concluidas las labores de peritaje llevadas a cabo por los forenses, la Dra. Ríos ingresó a la escena. Según relató la fiscal “había una planta alta y una planta baja. Había sangre en todos los lugares, era como que el padre la había perseguido por toda la casa”.
La letrada agregó: “se veía una escalera, como que había un piso superior, como una construcción interna y cuando uno entraba había sangre en todo el piso. Cuando subí, hacia la derecha, había un pasillito y a la izquierda estaba el baño. Ahí estaba ella, llena de sangre, con muchos cortes; la sangre también estaba en las paredes del segundo piso… y el niño había visto todo”.
La fiscal contó a ADN País cómo fue la detención de Roque Arroyo, el asesino y padre de la víctima. “Sabíamos que era él (Roque Arroyo), ya estaban diciendo que era el padre porque habían visto que salió corriendo y cruzó una calle ancha, que dividía la zona donde él vivía y el lugar donde residía Ayelén. Y agregó: “Lo aprehendieron en la vía púbica, de hecho, recuerdo que toda su ropa estaba llena de sangre, el pantalón, todo”.
Si bien existía una orden de restricción de acercamiento para Roque Arroyo, la misma indicaba que no podía estar a menos de 100 metros del lugar donde vivía Ayelén. En este sentido, la fiscal Ríos expresó: “Es cierto que existía una denuncia previa por abuso y amenazas. Ella denunció y pedía protección. Roque Arroyo fue notificado de que no podía acercarse al domicilio, pero él igual cruzó la calle y le reclamó que se fuera de la casa, porque esa vivienda era de él y ahí empezó la pelea”.
Una de las situaciones más graves que contó la Dra. Ríos a este medio, y que fue uno de los detonantes de una gran pelea entre Ayelén y su padre y que derivó en la denuncia que realizó la víctima, sucedió cuando un día, el femicida vio a la pequeña bebé, hija de Ayelén, desnuda y dio a entender que después le tocaba a ella, haciendo clara referencia a los abusos sexuales.
Los defensores de Arroyo intentaron hacer pasar como inimputable al asesino. Respecto a esto, la fiscal indicó: “Él nunca confesó nada ante mí. En el pedido de prisión preventiva, él miraba para cualquier lado y hablaba cualquier cosa, entones los defensores decían que no estaba ubicado en tiempo y espacio. Fue entonces cuando el juez de Garantías, Dr. David Mangiafico, pidió que se suspendiera la audiencia y lo trasladaran al forense para hacer estudios, pero los profesionales que lo evaluaron llegaron a la conclusión de que Roque Arroyo se encontraba bien psicológicamente”.
Ayelén fue abandonada por su madre cuando tenía 7 años y quedó, junto a sus cinco hermanos, al cuidado de su padre, Roque Arroyo. Según declararon vecinos de la víctima y que fue corroborado por la fiscal Ríos, la madre se fue del hogar debido a los constantes abusos que sufría por parte del asesino. Lo describían como un hombre que no trabajaba y que en su lugar, mandaba a sus hijos a hacerlo.
Los mismos habitantes del barrio, que conocían a Ayelén desde pequeña, la describieron como una chica que se había hecho cargo de su pequeño hermano, de entonces 10 años y de su bebé y que se encontraba muy preocupada por el futuro de ellos.
Cuando ocurrió el femicidio, los vecinos declararon ante las cámaras de televisión que la veían “muy mal y delgada”, que estaba pasando por momentos muy difíciles y que estaba gestionando ayuda en el municipio, debido a que prácticamente no tenía para comer.
ADN País se comunicó con Marcela, una de las hermanas de Ayelén, que actualmente vive en la provincia de Salta. Su relato es desgarrador. “Recuerdo muy poco de ella, porque estuvimos juntas solo 8 años. A los 15 años, cuando quedé embarazada por los abusos de Roque, él me trajo a Salta para hacer un aborto, pero yo no quería hacerlo, entonces me “escapé” de él y me quedé acá, fue la última vez que la vi, jamás pude despedirme”.
Luego de varios años, las hermanas pudieron volver a ponerse en contacto por medio de las redes sociales. En ese momento, Ayelén le pidió a Marcela que viniera a Mendoza para radicar la denuncia por los abusos, pero Marcela no quiso venir, no quería volver a ver a Arroyo ni quería revivir todo el calvario que había pasado con él. “Yo me culpo por lo que pasó, porque ella me pidió que fuera para hacer la denuncia, pero no pude ir”, dijo Marcela.
Y finalizó: “yo le digo a las mujeres que tienen que hablar a tiempo, yo soporté los abusos desde los 9 años hasta los 16 y aguanté por mis hermanos, por no separarme de ellos, pero esto destruye el hogar y la familia, hay que hablar a tiempo”.
Roque Arroyo fue condenado por la Cuarta Cámara del Crimen, en un juicio abreviado pactado entre la fiscal Daniela Chaler y su defensora oficial, Claudia Acevedo, a la pena de prisión perpetua por el homicidio agravado por femicidio de su hija, Ayelén Arroyo; tentativa de abuso sexual agravado y por el abuso con acceso carnal de su hija mayor, Marcela. El asesino y violador optó por un juicio abreviado para evitar exponerse públicamente ante la sociedad, principalmente a la familia y amigos de la víctima.
El femicidio de Ayelén Arroyo, de apenas 19 años, sería el tercero de esa trágica semana de comienzos de primavera de 2016, que se sumaría a los crímenes de Janet Zapata y Julieta González y que generaron estupor e indignación en toda la sociedad y el reclamo y marchas pidiendo justicia.
La denuncia de Ayelén contra su padre, para proteger a su pequeño hermano y a su beba de una vida de abusos y maltratos como la que vivió ella y sus hermanos, le costó la vida.
“Esto que hago ahora es mejor, mucho mejor que cuanto hice en la vida; es un descanso mucho, mucho mejor al que voy, que nunca he conocido”. (Historia de dos ciudades – Charles Dickens).
Por Ignacio Torquemada Hormazabal, licenciado en Criminalística - Periodista