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Mendoza Historias de ADN

Es abanderado y no tiene guardapolvo: sus ganas de estudiar y maestros que hacen patria

Eduardo tiene 12 años, es un alumno ejemplar y concurre a la escuela San Martin de Porres, situada en Lavalle, donde las necesidades recrudecen, sobre todo luego de la cosecha. 

Viernes, 31 de Marzo de 2023


*Por Cecilia Corradetti

La historia se repitió en los dos actos que se desarrollaron hasta ahora en la escuela San Martin de Porres de Lavalle, en pleno desierto y en el límite con San Martín, que cuenta con una matrícula de 91 estudiantes con numerosas necesidades económicas: apenas un mínimo porcentaje tiene guardapolvo.

En ambas oportunidades la bandera provincial recayó en un alumno excelente, destacado y dedicado: Eduardo Rovira, de 12 años, sonrisa ancha, fanático de River; del ajedrez y segundo de seis hermanos.

“Edu”, que cursa séptimo grado, no tenía guardapolvo y el acto apremiaba. Las docentes, todas de gran vocación de servicio y cuya labor de enseñar trasciende mucho más lejos, sacaron uno “de la galera”, como suele decirse y como hacen siempre los docentes de alma y corazón. 

Le entregaron a Eduardo un guardapolvo “comodín” que suelen tener para estos casos y luego lo conservaron para otros chicos en igual situación.

Lo cierto es que el primer día de clases en la escuelita rural fue la muestra elocuente de que nada había cambiado; que la pobreza seguía lastimando y que, incluso, había recrudecido. De inmediato, iniciaron una campaña por redes sociales para que, todo aquel que pudiera, donara un guardapolvo nuevo o usado, de cualquier color.

“La matrícula de la escuela es de 91 niños que asisten sin guardapolvos por la situación económica de las familias. Son muy poquitos los que han podido comprar. Estamos pidiendo colaboración, pueden ser de cualquier color e incluso usados. No somos pretenciosos, solo deseamos que se sientan parte de la institución asistiendo con un uniforme y que, además, las diferencias sociales no sean tan notables”, señaló a ADN País, Vanesa Querio, que dicta tercer grado.

La escuela está ubicada en Luján Wiliam, Lavalle, entre Nueva California y Gustavo André, en una zona desértica de familias carenciadas dedicadas al trabajo rural. Algunos son desocupados y otros puesteros. 

Algunos chicos vienen incluso sin cuaderno, pero todas nosotras, con la directora Mónica Cardozo a la cabeza, nos ponemos en campaña enseguida”, apuntó.

Lo cierto es que Eduardo sueña con ser futbolista, aunque no puede darse por ahora el lujo de asistir a un club. Vive en una zona alejada de Nueva California y los horarios del único colectivo que podría dejarlo cerca del club Cicle Lavalle, no coinciden con los suyos. 

“La escuela es maravillosa, así como el trabajo que hacen las docentes”, dijo Jesica, su mamá, que además tiene otros hijos: Lautaro (17), Zoe (11), Melany (10), Santino (8) y Dylan (6).

Casi nadie puede ir con guardapolvo, por eso la comunidad sola se ayuda entre sí, donando los que van quedando de otros chicos que egresan y lo tenían”, señala.

Norma Zabala, maestra de alma, asegura que ama lo que hace. Lo demuestra todos los días, cuando recorre un total de 160 kilómetros, entre ida y vuelta, desde la ciudad de Mendoza hasta Lavalle.

Cuenta que los alumnos hacen un gran sacrificio para estudiar; que muchos llegan a caballo y que recién hace poco se incorporó una combi que retira a los chicos por la ruta. Muchos de ellos deben caminar kilómetros para llegar a esa parada.


 La comunidad de la Escuela San Martin de Porres de Lavalle, aquí no hay imposibles.

La pobreza es el denominador común en esta escuelita que se encuentra en el límite entre Lavalle y San Martín. No solo carecen de guardapolvos, sino de zapatillas, medias, abrigos, camperas, mochilas…

“Las historias se repiten y nosotras estamos allí, firmes, siempre para dar una mano. En esta escuela hacemos mucho más que enseñar porque las necesidades apremian La merienda es imprescindible porque para muchos niños es su único alimento diario”, señala Norma.

Los días de lluvia prácticamente no asisten porque los caminos, que en muchos casos son apenas huellas, se vuelven intransitables.

“Estamos en el medio del campo, con todo lo que eso implica. Las campañas y colectas las iniciamos nosotras, las maestras, siempre con el apoyo del equipo directivo. Y esta vez no es la excepción”, señaló la docente, para enumerar que todas las donaciones son bienvenidas: desde alimentos, zapatillas, ropa de abrigo para niños y adultos, útiles escolares, mochilas y, por supuesto, los guardapolvos tan necesarios.

Cómo ayudar

Susana Basilotta es una voluntaria de capital que suele viajar a Lavalle a llevar donaciones. Su contacto es 2615 86-8650. El teléfono de la docente Norma Zabala, que también viaja diariamente a Lavalle, es 2616 53-2419 y el de Vanesa Querio 2616943739.