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Cómo diseñar un jardín con parras: belleza y utilidad regional

La jardinería mendocina encuentra en la parra una aliada perfecta: un jardín con vides combina estética, tradición y productividad en un solo espacio verde.


Sabado, 25 de Octubre de 2025

Un jardín con parras podadas puede transformar cualquier espacio mendocino en un paisaje de ensueño, donde la tradición vitivinícola se mezcla con el diseño moderno. Gracias al clima árido y los suelos bien drenados de la región, las vides prosperan con facilidad, aportando sombra, color, aroma y hasta frutos en los jardines domésticos.

El poder ornamental de la parra en el jardín

Diseñar un jardín con parras podadas es mucho más que una elección estética: es una forma de rendir homenaje a la identidad mendocina. Las vides, con su follaje cambiante y sus racimos colgantes, aportan textura y color durante todo el año. Además, su capacidad para trepar permite crear techos naturales, muros verdes o rincones sombreados.

No es necesario contar con una gran extensión de terreno. En patios pequeños o terrazas, una o dos plantas bien conducidas sobre una pérgola o parral bastan para generar un impacto visual fuerte. En cambio, quienes posean espacios amplios pueden optar por hileras curvas o bordes de piedra que acompañen las pendientes del terreno, integrando el jardín con el paisaje cordillerano.

Jardinería práctica: cómo cuidar una parra doméstica

El éxito de una parra de jardín depende de su ubicación. Las vides necesitan al menos 6 a 8 horas diarias de sol directo, por lo que la orientación norte es la más adecuada. El suelo mendocino, por su naturaleza rocosa y arenosa, ofrece un drenaje perfecto, condición esencial para evitar el encharcamiento.

Entre los sistemas de conducción más usados destacan:

Pérgolas: ideales para crear sombra sobre un patio o terraza.

Parrales: ofrecen una cobertura más abierta, perfecta para senderos o huertas.

Conducción en vaso: para quienes prefieren un aspecto natural, similar a un arbusto.

Selección y paisajismo: un jardín con identidad mendocina

Al elegir la variedad de vid, conviene apostar por especies adaptadas al clima local. Las cepas de Malbec, Syrah o Cabernet Sauvignon ofrecen un toque clásico y ornamental; mientras que las uvas de mesa, como la Moscatel Rosado, son ideales para el consumo familiar.


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Para enriquecer el entorno, la jardinería complementaria juega un papel clave. Combinar la parra con plantas nativas de bajo consumo hídrico, como jarillas o verbenas, crea armonía visual y sostenibilidad. También se pueden sumar aromáticas -lavanda, romero, tomillo- que atraen polinizadores y aportan aroma.

Los elementos decorativos completan la escena: caminos de piedra, muros bajos o una pequeña fuente evocan la esencia de los patios mendocinos. Un mobiliario simple bajo la pérgola invita a disfrutar del vino y del paisaje en un mismo lugar.

El jardín con parras podadas une tradición y modernidad, ofreciendo belleza, frescura y frutos en un mismo espacio. En Mendoza, donde el vino forma parte de la identidad, convertir la parra en protagonista del jardín no sólo es posible: es una forma de cultivar paisaje, historia y bienestar en casa.