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Vocación y coraje: 118 años del Cuerpo de Bomberos de la Policía de Mendoza

Con más de una década de servicio, la auxiliar Estela Edith Tello Miranda personifica la entrega y el compromiso que distinguen a los bomberos mendocinos. En el 118° aniversario de la especialidad, su historia resume la vocación, la empatía y el valor que definen a quienes hacen de ayudar una forma de vida.


Martes, 28 de Octubre de 2025

El 26 de octubre se cumplió un nuevo aniversario de la creación del Cuerpo de Bomberos de la Policía de Mendoza, una institución que desde hace 118 años encarna el espíritu de entrega, sacrificio y compromiso con la comunidad. Fundado en 1907, el cuerpo ha evolucionado de manera constante, incorporando nuevas tecnologías, equipamiento especializado y formación profesional, sin perder nunca la esencia que lo distingue: la vocación de servicio.

A lo largo de su historia, los bomberos de Mendoza han enfrentado incendios forestales, siniestros urbanos, rescates y emergencias de gran magnitud, siempre con la misma premisa: proteger la vida y los bienes de los mendocinos. Cada intervención refleja una tradición centenaria basada en el valor y el compañerismo, donde el trabajo en equipo y la preparación permanente son pilares fundamentales.

Entre las voces que representan esa entrega se encuentra la de la Auxiliar 2ª Estela Edith Tello Miranda, quien lleva quince años de servicio en la Dirección de Bomberos y pertenece a una familia marcada por esta vocación. "Mi papá fue bombero y desde chica lo acompañábamos al cuartel. Se vivía un espíritu de compañerismo muy lindo", recuerda. Años después, junto a su hermana Delia -también integrante del cuerpo en Tupungato-, ingresó en el primer curso de bomberos dictado en el Instituto Universitario de Seguridad Pública (IUSP).

Su trayectoria está atravesada por innumerables operativos y experiencias que ponen a prueba tanto la preparación técnica como la fortaleza emocional. Uno de los episodios que más la marcó fue el incendio en un galpón de la feria de Guaymallén, donde resultó lesionada tras la caída de un portón metálico mientras combatía las llamas.

"Sentí el golpe y perdí el conocimiento. Cuando desperté, mis compañeros ya me estaban sacando. Gracias al equipo de protección y a ellos, hoy puedo contarlo", relata. Aquel hecho, lejos de hacerla desistir, reforzó su sentido de pertenencia: "Mis compañeros se quemaron las manos al levantar el portón para rescatarme. Eso es ser bombero".

También recuerda otros momentos imborrables: el rescate de una niña con vida en un edificio en llamas y la dolorosa intervención en la que debió retirar a un bebé sin vida de un vehículo. "Hay situaciones duras, pero tratamos de compensarlas con las buenas. Cada vida salvada nos da fuerza para seguir", expresa.

Hoy, con orgullo, ve cómo una nueva generación continúa el legado: su sobrina acaba de inscribirse para comenzar el curso de bomberos. "Esto es una vocación que se transmite. Requiere amor, sacrificio y trabajo en equipo. Si te gusta, hay que seguir adelante y capacitarse siempre", asegura.