Muchos desconocen que estas plantas en realidad son tóxicas.
Las plantas han sido utilizadas para todo tipo de fines desde hace miles de años. El hombre, imitando a los animales y con su propio instinto, ha probado distintas opciones. Este ensayo continuo de prueba y error le ha permitido conocer cuáles son comestibles, cuáles son curativas y cuáles son venenosas.
Las medicinales fueron muy usadas en la antigüedad. Hay claros registros de su empleo en papiros egipcios y escritos griegos.
El personaje más importante de la toxicología, Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso, fue un famoso alquimista que, en el siglo XV, las utilizaba con asiduidad, pero, así como fue popular por experimentar con ellas, fue más recordado por demostrar su toxicidad. "Nada es veneno, todo es veneno", siempre en función de su concentración.
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Es un hecho que la mayoría de los medicamentos empleados actualmente proviene de ellas, como es el caso de la aspirina (del sauce) o la morfina (de una resina de la planta Papaver somniferum o amapola real).
En el mundo, existen 250 mil especies vegetales distintas, de las cuales 25 mil se consideran "medicinales". Su empleo no debe realizarse sin un adecuado conocimiento.
Las plantas tóxicas más frecuentes y peligrosas utilizadas como remedios caseros son:
El alcanfor, que se emplea para los resfríos, aunque en el imaginario popular ha sido utilizado como afrodisíaco, abortivo, anticonceptivo y en apósitos para eliminar microorganismos y combatir el prurito. Estimula el sistema nervioso central y atraviesa la placenta. La ingestión de productos que contengan 1-2 gramos en adultos o más de 30 mg/kg en niños, producen toxicidad. La muerte en niños pequeños puede ocurrir con solo 5 ml de aceite alcanforado (1 g de alcanfor). La FDA estableció que su concentración en un medicamento no debe superar el 11 por ciento. El modo más habitual de intoxicación es por vía digestiva.
El anís estrellado se usa como antiespasmódico (para los gases del bebe) y en infusiones para niños. Su principal toxicidad es en el nivel del sistema nervioso central, en donde provoca una acción estimulante y excitante con probabilidad de convulsiones, temblor y excitación psicomotriz, seguido de depresión.
El boldo, en tanto, es una de más frecuentemente consumidas como infusión, junto con la Camellia sinensis (el té) y la manzanilla. En las dosis habituales, no es tóxica, pero en preparados magistrales y administrado con fines digestivos y coleréticos (para los cólicos) en grandes cantidades a niños pequeños puede inducir a vómitos y diarrea, mientras que, en dosis muy altas, convulsiones.
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La borraja se destina para estimular la sudoración y "eliminar toxinas" en catarros de vía aérea superior, pero, en exceso, puede provocar metahemoglobinemia, es decir, la oxidación de la hemoglobina y afectar su transporte y disminución del oxígeno en tejidos, razón por la cual adquieren un color azulado característico. Este trastorno puede ser grave y conducir a lesiones irreversibles si no se administra un antídoto.
El eucalipto se consume en presencia de cuadros inflamatorios de la vía aérea superior como bronquitis y rinitis. Su uso más frecuente es por inhalaciones al mezclar hojas de eucalipto, sal y agua caliente. Incluso, se indica como broncodilatador y mucolítico, pero en forma inhalada puede producir broncorrea, broncoespasmo, convulsiones y metahemoglobinemia.
En tanto, las hojas y los frutos del payco se emplean como antiparasitarios y digestivos. Los síntomas de intoxicación son náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal, depresión, convulsión, delirio y coma. La insuficiencia cardiaca, hepática y renal es frecuente en altas dosis.
La famosa valeriana se consume con fines sedantes, pero, en caso de sobre-ingesta, puede provocar depresión del sensorio.
El hipérico (Hipericum perforatum), también conocido como hierba de San Juan, es oriundo de Europa, Asia y África del Norte, aunque en la actualidad se encuentra en todo el mundo. Se utiliza como antidepresivo en adultos, pero en dosis elevadas puede provocar fotosensibilidad e inflamación hepática.
Por el Dr. Francisco Dadic - Télam