Después de una carrera inolvidable. Leopoldo Jacinto Luque eligió quedarse en nuestra provincia que lo aceptó de inmediato como uno de los nuestros.
Una vida se nutre de momentos. Instantes precisos que marcarán el resto de la existencia. Algunos viven de un hecho que recordarán por siempre. Leopoldo Jacinto Luque supo de muchos momentos de esos, que definen al personaje por sobre la persona.
Podría hablarse de los goles que convirtió en Unión, que lo hicieron llegar a River y a la Selección. O podría recordar los numerosos goles que convirtió y los títulos que coniguió en el Millonario de los años 70. Pero el nombre de Leopoldo Jacinto Luque quedará marcado para siempre con los goles que convirtió en el Mundial de 1978, en nuestro país. Por su brillo, por su valor y por las circunstancias siempre comentadas.
Nació en Santa Fe, en 1949 y realizó las inferiores en Unión. No era tenido en cuenta y fue cedido a Gimnasia de Jujuy, Central Norte de Salta y luego fue dejado libre y recaló en Rosari Central. Unión lo compró nuevamente y jugó el torneo de Primera B, consiguiendo el ascenso. En 1975, ya en primera, Unión realizó una gran campaña con Luque como goleador. Ríver se fijó en él y pasó al equipo de Núñez, donde marcó 75 goles en 5 años, alzando tres títulos.
Y en esa época, vistió la camiseta de la Selección Argentina. Convirtió 22 goles en 46 partidos pero nadie olvidará los cuatro que convirtió en el Mundial de 1978.
El primero fue en el debut. Argentina perdía con Hungría, Kempes pateó un tiro libre que el arquero no pudo contener y Luque apareció como un típico nueve para igualar el marcador.
En el segundo encuentro, ante Francia, en el segundo tiempo, con el encuentro igualado en uno, el delantero sacudió un derechazo de afuera del área para derrotar al portero francés. Minutos después se luxó el codo al caer luego de una fuerte falta. Como Menotti ya había realizado los dos cambios, Luque volvió al campo y jugó lesionado los últimos minutos.
Esa misma mañana, había fallecido su hermano en un accidente automovilístico camino a Buenos Aires para ver el partido. La noticia le fue comunicada luego del encuentro y el delantero dejó la concentración para estar con su familia. Faltó al último encuentro de la primera ronda ante Italia y el primero de la segunda fase ante Polonia. Volvió para el durísimo encuentro ante Brasil que terminó en cero y Luque terminó con el ojo negro por un golpe.
En el decisivo y aún hoy cuestionado encuentro ante Perú, Luque marcó dos goles.El primero de su cuenta fue el cuarto del partido. El que le daba la clasificación al equipo argentino. Después convertiría el sexto.
En la final ante Holanda no marcó pero terminó con la camiseta llena de sangre por un golpe en la nariz propinado por uno de los hermanos Van de Kerkhof.
Su estrella y efectividad se fue apagando con la llegada de la nueva década. Luego volvería a Unión y jugaría en el exterior antes de retirarse para comenzar su carrera de técnico.
Dirigiría a su Tatengue y luego de varias experiencias recalaría en Deportivo Maipú, en otro hito de su vida, porque ya no se iría de nuestra provincia.
Llegó a nuestra provincia a comienzos de 1990 para dirigir al Cruzado en el Nacional B. El equipo botellero estaba realizando una campaña mediocre y el ex delantero le dio rodaje a jugadores de las inferiores y aunque estuvo lejos de entrar en el reducido por el ascenso, mejoró la imagen del club. Para la siguiente temporada, sumó refuerzos importantes como Alberto Arzubialde, el regreso de Daniel Gauto, Mario Alberto y Alfredo Torres. Tuvo un comienzo prometedor, se mantuvo invicto hasta la sexta fecha y peleó los primeros lugares hasta cerca de la finalización de la primera ronda, pero sin apoyo de los jugadores y con los resultados adversos se alejó de la entidad maipucina.
Después seguiría dirigiendo en la provincia pero más allá de éxitos y fracasos, había llegado para quedarse. Fundó su escuelita de fútbol, intentó otras inversiones pero ya nunca se iría. Aquel delantero santafesino que levantara la Copa del Mundo ya era un mendocino más. Y aquí vivió sus últimos años hasta que el traicionero Covid pudo con él, como no pudieron aquellos arteros defensores a los que enfrentó y venció una y otra vez.