La empresa farmacéutica de los Estados Unidos está dispuesta a vender sus dosis contra el COVID-19, pero sus compromisos comerciales colocan a la Argentina al final de una larguísima lista de espera.
Alberto Fernández ratificó que la primera etapa de vacunación contra el COVID-19 será únicamente a través de la Sputnik V, si Vladimir Putin cumple con su promesa y envía 30 millones de dosis de la vacuna rusa antes que concluya marzo.
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Ese día en la Casa Rosada, antes de protagonizar la promulgación de la ley del Aborto, el presidente dialogó con Noubar Afeyan, titular de la empresa farmacéutica Moderna. Y la conclusión fue casi una obviedad: Moderna puede vender sus vacunas aprobadas en Estados Unidos, pero recién llegarían a la Argentina en el segundo semestre.
Afeyan es amigo del empresario Eduardo Eurnekian y juntos exigen a nivel global que Turquía reconozca su responsabilidad política en el genocidio armenio. Eurnekian habló con Alberto Fernández antes de fin de año, y lo puso en contacto con Afeyan, que lidera una compañía que ya cerró acuerdos comerciales con Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido, Israel y la Unión Europea.
La Casa Blanca desembolsó en Moderna cerca de 1.000 millones de dólares para apoyar la producción a gran escala y la vacuna se muestra efectiva en los grupos de riesgo de mayores de 60 años. Este aspecto técnico es clave: la Sputnik V no alcanza este grupo etario, y aún no se sabe cuándo las autoridades sanitarias de Rusia aprobarán su aplicación.
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El pronóstico de Alberto Fernández ratificó que la vacunación en la Argentina -primera etapa- dependerá de la buena voluntad del Kremlin. Putin ya remitió 300.000 Sputnik V que se aplicarán a los trabajadores esenciales. Y a continuación debería llegar un volumen cercano a las 30 millones de dosis antes que concluya marzo.